Reseña de «Ríos de Londres», de Ben Aaronovitch

 

Portada de «Ríos de Londres», de Ben Aaronovitch

Imagina que eres policía y que el único testigo que tienes de un crimen que te ha tocado investigar es un fantasma. Imagina además que, cuando consigues vencer tus resistencias a contarle tamaña chaladura a tus superiores, no solo consigues que te crean sino que te enteras de que la magia existe y la policía lo sabe de sobra. Este es el panorama con el que se encuentra Peter Grant, el protagonista de la novela «Ríos de Londres», de Ben Aaronovitch.

Peter es un policía que está a punto de terminar su instrucción básica junto a su amiga Lesley May, un chico humilde que se distrae con mucha facilidad por lo que todo parece que acabará en una tarea burocrática; no así Lesley May que es destinada a la Brigada de homicidios. Pero el asesinato de William Skirmish lo cambia todo. Porque el principal testigo es un fantasma y Peter puede verlo y hablar con él. Eso hace que se le destine a un departamento secreto dentro de Scotland Yard a las ordenes de un policía-mago: Thomas Nightingale y, para aprender magia, debe trasladarse a vivir a una mansión en Rusell Square llamada La locura (que ha sido la sede oficial de la magia inglesa desde que la fundara en 1775 Isaac Newton).

Ahora, en el día a día de Peter Grant, lejos de existir tareas burocráticas, hay entrevistas a dioses del río, entrenamiento de magia, comidas pantagruélicas diseñadas por su ama de llaves vampira y un espíritu maligno que pretende seguir matando.

¿Quién es Ben Aaronovitch?

Este escritor (con un nombre tan complicado de escribir como el de Abel Atmuxategui (Abel, no estás solo en la fantasía absurda)) es un escritor y guionista británico (escribió dos de los capítulos de la célebre serie de ciencia ficción Doctor Who, aparte de otras como Jupiter Moon o Casualty). Su novela Ríos de Londres inicia una saga (ya están publicadas las entregas dos y tres) que, aunque podría englobarse dentro de la fantasía urbana por sus decorados y personajes, también encaja en la fantasía absurda por la gran base de humor.

Ríos de Londres: el worldbuilding

Londres es una ciudad mágica que da para mucho y Aaronovitch la explota a su manera fresca y divertida para hacerla servir de telón de fondo de los acontecimientos que van paralelos a la investigación del crimen y en la que la realidad y la fantasía se mezclan con un humor británico de lo más ácido e irónico.

La frase de Diana Gabaldon de la portada/faja (dependiendo de la edición que leamos) le hace un flaco favor al libro que no tiene nada que ver con Harry Potter, más allá del origen latino de los hechizos que Peter aprende y de las imágenes de un Londres actual. La ciudad, aunque sea la misma, es vista desde el punto de un adulto. Con un sistema de magia, además, perfectamente hilvanado que se fundamenta en los mitos clásicos ingleses y en la tradición de títeres británica.

Personajes

Partiendo del protagonista —Peter— y su primera persona tan genial, encontramos en las páginas de Ríos de Londres personajes maravillosos: los dioses del río y sus afluentes/hijos; el forense que es genialísimo (el doctor Walid), Molly, el ama de llaves de La Locura, de inquietante personalidad; o el mismísimo Nightingale (no puedo evitar pensar en si el apellido tendrá relación o no en un futuro con la dama del farol).

Al usar un narrador en primera persona, el autor consigue que empaticemos inmediatamente con el protagonista que es un personaje alejado de todos los tópicos, empezando porque es mulato, pobre y no tiene nada de testosterona derrochando por las pestañas. No es un elegido para grandes gestas, sino un tipo normal. Un personaje muy bien trabajado que se nos mete bajo la piel con facilidad.

En resumen:

Ríos de Londres es una novela divertida, entretenida y bien escrita con un tono que recuerda a Pratchett, otro de los genios de la fantasía absurda. Y que seguro que disfrutarás.

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