Reseña de «Aeteria», de Celia Arias

Aeteria, de Celia Arias

¿Sabes eso de que ves una portada de un libro y ya quieres llevártelo a casa? Eso fue lo que me pasó con Aeteria, de Celia Arias. La portada es de Libertad Delgado, la misma ilustradora maravillosa de La Sociedad de la Libélula. Y es que Libertad ha respirado y pintado Aeteria. Tal y como Celia lo ha dibujado entre sus páginas. 

Dice la sinopsis de Aeteria:

«Tras quince años de espera, Ari está preparada para superar la iniciación. Es el momento que toda seyker con el don de las emociones anhela, y está convencida de que lo logrará. Cuando viaja al plano terrenal, un humano llamado Kev se interpone en su camino y echa por tierra la ansiada iniciación, provocando que Ari pierda las alas.

Dispuesta a desenmascarar al chico que ha destrozado su futuro, Ari rompe lo más sagrado de Aeteria: las normas que la rigen e impiden el contacto con humanos.

Ari tendrá que averiguar qué esconde Kev si quiere recuperar su dignidad, su futuro y, sobre todo, sus preciadas alas».

¿Qué me ha parecido?

La historia de Celia Arias transcurre en un mundo complejo en el que los seyker (una especie de hagas con el don de percibir las emociones de los demás, es decir seres empáticos donde los haya) deben ganarse sus alas. La trama se inicia cuando Ari choca en el mundo real con Kev y este le fastidia su iniciación porque, por raro que parezca, Kev puede verla, cosa que los humanos normalmente no hacen. 

Y las reglas de los seykers prohíben expresamente ser vistos por los humanos.

Ari se mete de esa forma en un importante berenjenal porque no solo fracasa en su iniciación sino que se considera que ha cometido un importante delito. Su fallo avergüenza a su familia y la misma Ari lo vive como un inmenso fracaso. 

A raíz de ese primer incidente, conocemos de la mano de Ari el mundo de los aeterios, las razas que lo pueblan, las normas de la magia… un worldbuilding bien construido que se desarrolla —ojo, porque esta novela no es autoconclusiva— en una bilogía. Y de hecho, nos quedamos con ganas de volver a Aeteria. 

Tres tramas se entrecruzan entre ese mundo y el mundo real y el ritmo va haciéndose cada vez más rápido, en un estilo muy fluido. La iniciación de Ari que se ve truncada por Kev y cómo intenta revertir los efectos negativos que esto tiene sobre ella en la sociedad aeteria, la guerra entre las distintas razas y la evolución de Kev dentro del sistema de magia… van entrelazándose en capítulos cortitos con un ritmo ágil. 

Me temo, eso sí, que ninguna de las tramas tiene solución y que habrá que esperar —ansiosamente— a la segunda parte para que se resuelvan. 

Como buena fantasía juvenil, Ari no es perfecta y actúa como una adolescente al uso: a veces de modo egoísta o caprichoso. Después de todo,solo tiene quince años. Kev lleva a sus espaldas una vida muy infeliz y bastantes enigmas sobre su pasado y a sus dieciseis, esto se le nota. Espero que esos intringulis se resuelvan en la siguiente parte. Y hay personajes geniales como Tarous, un fauno irreverente para el que nada es gratis en la vida. Tal vez me sobran hermanos de Ari (¡Tiene siete!), pero el más importante es Eitri, uno de sus hermanos mayores, que va a jugar un papel muy importante en la evolución de la trama. 

En Ateria hay aventuras, amor, traiciones, batallas y magia. ¿Qué más se puede pedir? Bueno, sí, que la segunda parte salga pronto. 

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