
La primera vez que oí hablar de ella fue en una canción. Mi padre la tocaba a la guitarra y la letra era tan poética que yo, que soy una incompetente musical, me enamoré. Y busqué quién era esa Alfonsina que se iba con su soledad, vestida de mar. Y así descubrí que el amor duele y la poesía amorosa de Alfonsina Storni. Y que la vida a principios del siglo XX no era nada fácil para la mujer (en eso, desgraciadamente, no hemos cambiado demasiado) y que no tenía nada que ver con las comedias románticas.
La busqué en las librerías (entonces no era tan sencillo como ahora acceder a los libros. A pesar de haber muchas más librerías, internet no existía. Sí, soy así de vieja), pero no era novedad. Y además, la poesía no vende. O no vendía, que con instagram las cosas están cambiando.
Al final, mi madre —que siempre ha puesto en mis manos las llaves de la literatura— me regaló una antología de la poeta. (No es esta que te pongo, porque ya hace muchos años y está descatalogada, pero del estilo).
«Hice el libro así:/ gimiendo, llorando, soñando,/ ay de mí». Eso dice Alfonsina en uno de sus poemas en su segundo libro «El dulce daño» y es que la poesía no es posible en un corazón en calma. Estoy convencida de que la depresión y la tristeza son abono imprescindible para escribir versos, pero puedo estar equivocada.
La argentina nunca tuvo calma. Una niñez marcada por un padre alcohólico y una madre sumisa, por la penuria económica que la lleva a cometer su primer robo —el de un libro— y que hace que a los 14 años ya haya trabajado de mil cosas distintas y que a los veinte se quede embarazada de un hombre casado 24 años mayor que ella. Qué típico. Qué tonta. Aprender que el amor duele es lo que tiene.
La poesía de Alfonsina Storni y la visión feminista de la mujer.
Pero Alfonsina hace de ello una ventaja. Escribe libre y fresco en sus versos de cómo la mujer no tiene nada que envidiar a esos «hombres pequeñitos» que la quieren «nívea, blanca y alba» mientras ellos se lo pasan de fábula y no tienen ningún problema en cometer todo tipo de impunidades. Su feminismo radica en haber puesto una M mayúscula a los sentimientos de la mujer en una época en la que ser mujer y poeta era inconcebible. Aún más que ahora.
Canta Miss Cafeína, «y ahora que todo el mundo es poeta/ el sentido de la vida te lo compras en Bershka». En estos tiempos en el que cualquiera es poeta, es curioso adentrarse en la poesía de Alfonsina Storni. Una poesía delicada pero al mismo tiempo espinosa. Como si al leerla, fueras consciente de que detrás de los versos hay siempre dolor y te arañara un poquitito el corazón.
Esta mujer, que nació en un ambiente nada literario, conoció a Federico García Lorca, a Gabriela Mistral y fue amiga de Horacio Quiroga al que dedicó un poema a su muerte: «Morir como tú, Horacio, en tus cabales, / y así como siempre en tus cuentos, no está mal; / un rayo a tiempo y se acabó la feria…». Para que luego digan que no se consiguen las cosas a base de insistir.
Alfonsina Storni coquetea con la muerte en sus versos. Presiente en ellos que morirá joven. En 1938, enferma de un cáncer de mama terminal y con solo 46 años, uno menos que yo ahora, Alfonsina dejó escrito el poema Voy a dormir y se arrojó al mar para no volver a despertar jamás.
Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme prestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.
Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera;
una constelación; la que te guste;
todas son buenas; bájala un poquito.
Déjame sola: oyes romper los brotes…
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases
para que olvides… Gracias. Ah, un encargo:
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido…
Si quieres saber más sobre ella, te recomiendo esta biografía. Rigurosa y muy amena de leer.
En la antología que te he puesto arriba hay poemas seleccionados de todos sus poemarios, rabiosamente actuales y que te recomiendo si te gusta la poesía. Aunque también escribió artículos periodísticos, teatro y relato.
A mí me dejó encadenada toda la vida a sus poemas y a una canción que es la única que puede que me oigas cantar alguna vez.