Escribo estas letras justo después de ver una charla de la gran Begoña Oro que se llama «Me ha hecho escritora la vida» y que te recomiendo que busques un momento para disfrutar. Begoña no es solo una magnífica escritora, es un hada, una bruja buena (como la bruja del Norte del Mago de Oz), una persona que inspira y que destila amor por la literatura. En esa charla, cuenta que hay dos libros que le hicieron escritora. No te digo cuáles, prefiero que sea ella la que te lo explique, pero eso me llevó a pensar en cuáles han sido esos libros determinantes que me llevaron a mí a meterme de cabeza en esto.
Tal vez no sean exactamente los libros que me cambiaron la vida (o no todos), pero sí que puede que sean los que me hicieron escritora y los que me hicieron elegir los géneros que escribo. O tal vez solo son los que me hicieron lectora y lo de escritora es una extensión de ser lectora. Porque escribo historias que me gustaría leer.
Muchos de estos libros no son obras maestras de la literatura (¿Quién juzga qué obra lo es?). Ni siquiera son los mejores libros que he leído en mi vida, pero todos han supuesto un punto de inflexión en algún momento. Por eso, tienen hoy un puesto destacado en mi estantería. Por eso, están hoy aquí, en este post, que he decidido actualizar después de la maravillosa charla de Begoña Oro, porque estos son los libros que cambiaron mi vida, los que me convirtieron en escritora a mí.
Cuentos de hadas para niños, de H. C. Andersen
Entre sus páginas, los cuentos de «La princesa y el guisante», «Pulgarcita», «La sirenita», «El traje nuevo del emperador», «El firme soldado de plomo» y muchos más. Así, a simple vista, no parece un libro para cambiarle la vida a nadie, pero a mí me la cambió porque fue el primero. Mi primer libro gordo (375 páginas). Me lo regalaron mis padres en mi cumpleaños de los siete años. Aun tiene la fecha y lo que costó (195 pesetas) en la primera página. Y me abrió las puertas de la literatura cambiando mi vida para siempre.
La historia interminable, de Michael Ende.
Ya os conté en un post La noche en la que leí «La historia interminable». Incluso, te conté lo que descubrí al releerlo ya trabajando como escritora. Independientemente de que para mí es un libro perfecto (No termina nunca. Es el sueño de cualquier lector ávido), ¿cómo un libro de fantasía puede cambiar la vida de una persona? La historia interminable fue el primer libro de fantasía que me leí en mi vida. Cuando yo tenía trece años, no había, como ahora, toneladas de libros de fantasía juvenil. Michael Ende me abrió la puerta a la lectura de este género y plantó en mi cabeza las primeras semillas de «cuando sea mayor, escribiré fantasía». Así que podéis culpar a Michael Ende de tener ahora en vuestras manos mis libros de «Leyendas de la Tierra Límite» y «La Sociedad de la Libélula».
Mi familia y otros animales, de Gerald Durrell
Hasta los quince años, yo iba para Letras. Iba a estudiar Filología Hispánica y a escribir que era —y es— lo que más me gusta. Entonces, el latín y Gerald Durrell se cruzaron en mi camino. Odié el latín a pesar de que tuve buena profesora y pensar que me quedaban cuatro años de aquello se me hizo terriblemente cuesta arriba. Y entonces leí los libros de Gerald Durrell, uno tras otro, y me di cuenta de que un escritor no tiene por qué ser de Letras. Al año siguiente, cogí Ciencias Puras. Para hacer Medicina.
También fue Gerald Durrell el que hizo que con 16 años empezara a leer a Lawrence Durrell y me sumergiera en Alejandría.
Veinte poemas de amor y una canción desesperada, de Neruda
Neruda es el poeta de aquellos que no leen poesía. El primero que todos leemos. Sus versos son de barro, tan sencillos que atrapan con su belleza. En la adolescencia, esa época en la que las emociones están tan a flor de piel, empecé a leer poesía con este libro porque estaba en la librería de mis padres. Me gustó tanto que uno tras otro fueron cayendo todos los que ellos tenían. Neruda me abrió las puertas a la poesía y a otros poetas. Detrás de él vinieron Ángel González, Benedetti, Ana Istaru, Idea Vilariño… Soy, actualmente, de esos lectores minoritarios de poesía. Sí, la poesía es un género menor. Es una pena pero es así.
Como escritora, también fue mi primer género. Mis tres primeros libros editados (desgraciadamente, descatalogados ya) son de poesía: Anaga (que fue Premio Félix Francisco Casanova 1994), Recortes de un otoño inmóvil (que fue Premio Juventud y Cultura de Canarias 1995) y El límite recorrido.
La balada de los inocentes, de Pedro Mario Herrero
El teatro cambió mi vida en algunos aspectos. Era una niña muy tímida —lo sigo siendo aunque no lo parezca— y el poder transformarme en otro, aunque solo sea por un instante, me ayudó a relacionarme con los demás y a relativizar los problemas. Mi primer papel protagonista fue en esta obra de Pedro Mario Herrero, que os recomiendo sin dudar (es tremendamente divertida) llamada «La balada de los tres inocentes». También sigo leyendo teatro.
Dejádselo a Psmith, de P. G. Wodehouse
La primera vez que lo leí me reí a carcajadas. Esta comedia de Wodehouse tal vez no sea la mejor de su autor ni la mejor comedia que se ha escrito, pero a mí siempre consigue sacarme una sonrisa. La he releído más de diez veces en aquellos momentos en los que la vida me ha dado un revés. Es mi antidepresivo literario. Y funciona mejor que muchas pastillas.
Wodehouse, del que he leído todo lo que se ha traducido al castellano y muchas de las que tiene publicadas en inglés, fue un autor determinante en mi vida para leer comedia y escribir comedia. Sus comedias románticas son mi modelo: una comedia blanca, con personajes adorables y diálogos que puedan arrancar la sonrisa.
Mientras tanto en Londres, de Rebeca Rus
Fue esta novela de Rebeca Rus la que me decidió a escribir la mía propia. Llevaba sin escribir nada de nada años. En ese tiempo, había terminado mi primera especialidad, me había casado, había tenido dos niños y estaba empezando la segunda especialidad escribiendo un blog llamado «La doctora Jomeini» para conservar mi cordura. El volver a escribir todas las semanas, como cuando era estudiante, despertó al dragón dormido. ¿Y si lo intento de nuevo? Pero miraba a mi alrededor y decía: ¿Dónde vas, loca? Dos niños, un marido, guardias, estudio…no hay tiempo material. Hasta que este libro cayó en mis manos. Cuando lo terminé leí, en la biografía de su autora que era publicista (que curran como enanos) y tenía dos niñas. «Si ella puede sacar tiempo para hacerlo, yo también» –pensé. Nunca imaginé que conocería a su autora y podría considerarla amiga más adelante.
El blog de la doctora Jomeini
Un año más tarde de haber leído el libro de «Mientras tanto en Londres«, salió a la venta «El blog de la doctora Jomeini». De hecho, invité a Rebeca Rus a la presentación (¡y fue!). Esta fue mi primera novela y las sensaciones que tengo con ella son agridulces. Se vendió muy bien. Y se sigue vendiendo, (ahora reconvertida en «Planes de boda» cuando se sacó la tercera edición), pero yo he cambiado desde que salió. Ahora sé muchas cosas que antes no sabía, tanto desde el punto de vista técnico como desde el punto de vista práctico. Sé que el mundo editorial está cambiando y que hay que mutar el chip. Que hace mucha ilusión que te publique una editorial pero que son pocos los que viven de ello. Y que si quieres vivir de tus libros, no te queda más remedio que olvidar al intermediario. Fue un cisma de mi mundo y de mis sueños. Y la chispa que prendió de nuevo el «quiero ser escritora».