Me encantan los libros sobre librerías. Si ese libro sobre librería esconde, además, una comedia romántica, caigo rendida a sus pies. Por eso, cuando leí la sinopsis de «La pequeña librería de los corazones solitarios» de Annie Darling supe que más pronto o más tarde sería un botín para mis garras. Y, a pesar de que la leí a mediados del año pasado, he tardado mucho, mucho en hacer la reseña de esta deliciosa comedia romántica. No tengo perdón, ni excusas.
¿De qué va «La pequeña librería de los corazones solitarios»?
Posy Morland, una joven soñadora a la que le encantan las novelas románticas, hereda la librería en la que trabaja. Lavinia, la antigua dueña, ha cuidado de ella y de su hermano desde que se quedaron huérfanos y está convencida de que Posy encontrará la manera de reflotar el negocio. Porque la librería viene con varios peros, para empezar, la situación económica es bastante lamentable y para más inri está Sebastian. Conocido como «el hombre más maleducado de todo Londres», el nieto de Lavinia debe, según el testamento, ayudar a que el proyecto tenga éxito, pero que parece empeñado en conseguir todo lo contrario. Sobre todo porque es el dueño de los edificios que rodean a la librería y tiene una oferta muy buena para transformarlos en algo más rentable. El conflicto está servido. Alrededor de Posy hay un elenco de secundarios de lujo: su hermano Sam que se comporta como adolescente de pro y los empleados de la librería (adoro a Verity).
¿Por qué me gustó «La pequeña librería de los corazones solitarios»?
Para los amantes de la literatura romántica, hay un millar de referencias a los libros de este género en las páginas de La pequeña librería de los corazones solitarios. Desde la romántica más clásica (Jane Austen o Georgette Heyer) hasta la más reciente (como la saga de los Cynster de Stephanie Laurens), el amor por la buena novela romántica pincela las páginas de esta comedia dándole verosimilitud a la querencia de su protagonista por escribir y leer este género. Aunque también el trazo irónico de la autora, se burla de los clichés de la romántica adulta con un libro que existe dentro del propio libro y con una vuelta de tuerca en muchos de los secundarios de una manera de lo más inteligente. Esa misma mordacidad se observa también en la crítica solapada de muchos de los motivos por los que las grandes librerías generalistas están cerrando a lo largo de todo el planeta, incapaces de batallar contra la inmediatez de internet.
La ambientación del libro —Londres, la librería, el entorno del barrio— es una de las cosas que más me han gustado de la novela. Todo en el ambiente tiene su porqué y constituye un guiño al lector acérrimo, desde los tatuajes de Nina hasta la dirección de la pequeña librería en el corazón de Rochester Mews.
«Allí de pie en mitad de la librería completamente a oscuras, en la que se adivinaban las estanterías, las pilas de libros por todas partes, envuelta en el reconfortante olor a papel y a tinta»
Lo mejor, como en toda comedia romántica, el maravilloso sentido del humor de Annie Darling que impregna los diálogos —ingeniosos, estupendos— y la batalla dialéctica entre sus dos protagonistas.
—¿Te apetece tomar algo?
—Un café. Grano de Sumatra si tienes. Si no, peruano.
—¿Tengo pinta de ser un Starbucks?
—No, la verdad es que no. Si esto fuera un Starbucks, Sanidad lo habría cerrado hace meses.
Si esperas encontrar un libro de romántica adulta con tórridas escenas sexuales, este no es tu libro. La pequeña librería de los corazones solitarios es un ejemplo de comedia romántica clásica blanca en el que la tensión está en la batalla dialéctica de sus protagonistas. Es una novela para amantes del sentido del humor británico (si te gusta Wodehouse, te gustará sin dudarlo) y de las pequeñas librerías. Puedes escucharlo de boca de su editora (también escritora) Esther Sanz
Lo recomiendo especialmente para días en los que necesites un antidepresivo literario.