El sábado 22, mientras en Tenerife caían chuzos de punta, yo estaba en Madrid pasando un calor de muerte en el Congreso de Literatura Romántica, organizado en SanSebastián de los Reyes por las chicas del Rincón de la Novela Romántica (y por un equipo bastante extenso (parte de él está bajo estas líneas), capitaneado por la escritora Lola Rey).
Con los nervios, me olvidé de dar las gracias por haberme invitado a hablar de autopublicación, así que aprovecho este post para hacerlo. Muchas gracias. También, muchas gracias por el lujo de compañeras de mesa. Érika Gael, que me hará el tremendo honor de presentarme el día 12 de Diciembre en Tenerife y a la que siempre es una gozada oír hablar; Mara Oliver, con la que me partí de risa, quién fuera como ella y, por último, Patricia Sutherland, que aportó la visión veterana a la mesa.
(Foto de la escritora Kate Danon)
Os pongo aquí un resumen escrito de lo que dije:
” Dicen que si uno escucha solo la versión de Caperucita, siempre pensará que el lobo es el malo del cuento. Esta mañana hemos escuchado la versión de las editoriales, de Caperucita. Yo vengo ahora a contar la versión del lobo.
” Dicen que si uno escucha solo la versión de Caperucita, siempre pensará que el lobo es el malo del cuento. Esta mañana hemos escuchado la versión de las editoriales, de Caperucita. Yo vengo ahora a contar la versión del lobo.
Antes, cuando no existía internet, el escritor lo tenía crudo. O publicaba con editorial o vendía solo a su familia. Como hizo Lewis Carroll con su “Alicia en el país de las maravillas”, por ejemplo. Pero internet ha cambiado todas las industrias con las que ha tenido que ver. La industria editorial no iba a ser la excepción. Recordemos que las agencias de viajes, hace años, pensaban que el trato directo con el cliente les garantizaba que las compras de billetes de avión por internet no iban a amenazarles. ¿Cuántos billetes de avión han comprado últimamente en una agencia de viajes? Siguen existiendo, por supuesto, pero ya no tienen el peso que tenían antes. Las propias compañías venden sus billetes online. Lo mismo pasa con las editoriales. Esta mañana hemos oído justificar el precio del libro por una cubierta dura, por solapas, por gramaje del papel…Las editoriales no se dan cuenta de que eso –igual que el trato directo con el cliente de las antiguas agencias de viajes– no es lo importante. Un autor autopublicado que presente un producto de calidad en portada, corrección y maquetación, con una sinopsis atractiva es indistinguible del producto final de una editorial e infinitamente más barato para el lector, que es lo que al final cuenta. Y no solo eso: pensad en vuestros propios hábitos como lectores ¿Compráis un libro porque lo edita determinada editorial? No. Compráis un libro porque lo escribe determinado autor. Un autor al que generalmente has llegado por el boca a boca. Porque alguien –un amigo, un familiar, un librero– te lo ha recomendado. Actualmente, la gente comenta los libros en Amazon, en Goodreads o en blogs literarios, cuelga el libro que se está leyendo en Facebook o la opinión que le merece en Twitter. Las redes sociales son el nuevo boca a boca de este siglo. Así que, como autores de este siglo, no nos queda más remedio que estar ahí, seamos autopublicados o no.
No quiero decir con esto que no haya morralla autopublicada, que la hay. Pero también hay mucha morralla publicada por editoriales. De la cadena tradicional del libro, cada uno de los escalones sigue siendo importante para el autopublicado. El editor es el que peina el libro en busca de errores en la trama, en la estructura, en la sintaxis…un editor freelance es lo que apoya a un autopublicado. Yo, al menos, no soy capaz de separarme del manuscrito lo suficiente como para corregirme a mí misma. Necesito alguien objetivo que me señale los fallos y las cosas a mejorar. De la misma manera, necesito un maquetador profesional (aunque pueda aprender a hacerlo, nunca obtendría un resultado de la misma calidad) y un ilustrador profesional porque la portada es la cara del libro. El que pierde en todo el proceso es el agente literario ¿Para qué lo necesitamos? Ya no hacen falta contactos con editoriales. Por eso, a medida que la autopublicación, ante la incredulidad de las editoriales, prolifera (es que los lectores no son idiotas: saben distinguir el grano de la paja), los agentes empiezan a reconvertirse en coach literarios. Incluso los distribuidores y las librerías empiezan a adaptarse al cambio. Porque es eso o morir en la resistencia.
¿Por qué querría un autor publicar con una editorial? Es evidente que por la distribución y el marketing. Aunque esto último sea solo privilegio de los superventas y muy deficiente en el resto.
Autoeditando, no solo tengo una distribución mundial a través de Amazon, por ejemplo, sino que obtengo un control total de mis ventas y un margen mayor de beneficios. Porque una cosa de la que no se han dado cuenta las editoriales es que los autores comemos y pagamos la hipoteca, como todo hijo de vecino. A diferencia del autor tradicional, yo recibo todos los meses un ingreso de los libros que he vendido. Evidentemente, tengo que hacer una inversión para dar un producto final de calidad, pero esa inversión la recuperas con creces gracias al apoyo de tus lectores, que son el mayor tesoro de un escritor”.
Con Lis Haley y su lectora cero, Paquita
Con la increíble Claudia Velasco
Ruth M.Lerga nos hizo reír a todos
Y también arrancó carcajadas el humor de Olivia Ardey
Se vendieron muchos libros
El salón a rebosar
La mesa de los editores: Libros de seda, Versatis, Vergara y Pàmies
La ganadora del premio Vergara-RNR: Teresa Cameselle
Y un beso de despedida de la revelación de la jornada: un olé por la maravillosa Mara Oliver