Este fin de semana, en el Taller de “Cómo escribir Fantasía”, nombré varias veces la novela “La canción secreta del mundo”, de José Antonio Cotrina. Si no la habéis leído, tenéis que hacerlo.
Por varios motivos. El primero, porque es un ejemplo de cómo un escritor puede cabalgar entre la fantasía y el terror y salir airoso del intento. Hay fragmentos que hielan la sangre. Fragmentos que duelen como si tragáramos cristal. Y fragmentos que te elevan la vista para pasear por tierras soñadas.
Y segundo, porque –envidia sana– yo quiero escribir así. Como Cotrina. Con esos personajes que se te meten debajo de la piel. Tanto que casi sientes los olores de la ciudad que te rodea o de la magdalena que moja Ari en su chocolate, ajena a los peligros que están por venir.
En el Taller, hablamos de cómo diseñar el mundo mágico. José Antonio Cotrina es un genio en esto. Nos introduce en ese mundo, sin darnos cuenta. Como si fuera un encantador de serpientes. Hasta que vemos que ya es demasiado tarde para volver atrás. Hemos perdido el control. Nosotros y Ariadna – esa muchacha sin memoria a la que un día adoptó una pareja peculiar y encantadora. Como ella, ya no estamos seguros de nada.
Queridos literaturoadictos, preparaos. Magdalena (yo os ayudo con la receta de hoy, que es del blog Cartoon Cooking), chocolate, mantita y abrid el libro por la primera página. Solo el título del primer capítulo ya es impactante: “Un saco de niños muertos”.
La canción secreta del mundo es un libro de cuatro tenedores