Dice Moira Soto, una periodista argentina, que “la humanidad está dividida entre las personas que los gatos aceptan y las que son rechazadas por ellos sin motivo aparente”. Los escritores de fantasía estamos en la primera parte, a juzgar por la cantidad de nosotros que tiene uno o dos gatos en casa. Tal vez es que quedó en nuestra memoria infantil la impronta del gato con botas, que hizo millonario a su dueño (por intentarlo que no quede) o la sonrisa inquietante del gato de Chesire.
Hay miles de artículos en la blogosfera sobre los gatos de los escritores clásicos: Mark Twain, Cortázar, Herman Hesse, Hemingway o Jorge Luis Borges fueron afortunados poseedores de gatos (¿o eran los gatos los que los poseían a ellos?). Cuando hablé hace tiempo de
libros sobre gatos, estuve buscando información en la red, pero curiosamente no encontré información sobre autores actuales. Comentándolo en una cena con Gabriella Campbell, José Antonio Cotrina y Melisa Tuya constatamos, no solo que cada uno de nosotros tenía gato, sino que conocíamos a varios escritores de Fantasía que también los tenían.
Por riguroso orden alfabético (de humano, no de gato):
Ebo es el dueño de Gabriella Campbell
Dice Gabriella: “Tengo fotos más favorecedoras de Ebony (y eso que conseguir sacarle la cara a un gato negro en una foto es una tarea de lo más complicada), pero creo que conviene ofrecer la imagen que mejor lo representa. Ebo tiene una actitud muy clara ante la escritura: o bien te apoya, te acompaña en silencio, con un ronroneo ocasional para animarte, o bien decide que ya está bien y que él merece más atención que tu libreta.
He tenido ya varios gatos: alguno más arisco, alguno más cariñoso. Ebo es un buenazo tímido que solo quiere amor. No es el más inteligente; por suerte es el más grande y fuerte, y por ahora se yergue, campeón, frente a las amenazas felinas de mi calle (que no son pocas). Forma parte de mi rutina, tenemos nuestro propio idioma híbrido (él sabe decir dos palabras en humano y yo domino algún que otro maullido) y doy gracias todos los días al dios de los gatos por tenerlo a mi lado.
Tiene una obsesión poco sana, eso sí, con el surimi y con las impresoras”.
Tepi es el dueño de José Antonio Cotrina
Dice José Antonio: “Este es Tepi. Cuando lo acogimos nos comentarios que su nombre en no sé qué dialecto significaba “Fiel”; pero no, al final nos enteramos de que lo que significa es “Campo de maíz”. Un nombre apropiado de todas formas ya que es un gato rubio. Le encanta dormir, meterse en los armarios, viajar en el tiempo, resolver enigmas, embalsamar momias y desconcertar a la gente inventándose aficiones extrañas”
López es el dueño de Carlos García Miranda
Dice Carlos: “López tiene una especie de confusión animalística. Se cree que es un loro y se pasa el día subido a mi hombro. Pedro (ya saben, el veterinario) dice que eso no está descrito: “A pesar de su fama de despegados, los gatos crean vínculos afectivos muy fuertes con sus dueños”. Desde luego, este se ha creído que somos muy colegas porque en cuanto puede se pone a lamerme la barba” La llegada de López a la vida de Carlos la narra el escritor en
este artículo tronchante de “El país”
Nala y Luna son las dueñas de Iria G. Parente
Dice Iria: “Esta es Nala. Le gusta restregarse pidiendo mimos y quejarse cuando se los das sin que los pida. Sus mejores amigos son los coleteros que me roba para jugar con ellos”.
“Y esta es Luna. Me acompaña siempre cuando escribo porque mi habitación ya no es mía, sino de ella, solo que me permite usarla. Su hobby es dormir y ponerse encima del teclado del ordenador para hamgowskakfkskxksvexu.
Eso mismo”.
Coque y Lila son los dueños de Ana González Duque
Corroboro lo que dice Gabriella: es tremendamente difícil sacar una foto a la cara de un gato negro. Coque (llamado así en honor a Tintín y su “stock de coque”) apareció un día de frío escondido en la rueda de mi coche. Y yo, que nunca quise gatos en casa, me lo traje ante el pasmo de mi familia. Y aquí sigue. Le chiflan las gambas (más de una vez me ha robado alguna) y es tremendamente mimoso. Lila ha llegado hace poco para hacerle la vida un poco imposible a él y a nosotros. Es un torbellino de vitalidad, aunque en la foto no lo parezca. Y sabe pedir comida o mimos con un “Miau” lastimero. Los dos están junto a la marmita de la bruja acompañándome siempre en este fogón (y cuando escribo).
Thor y Loki son los dueños de Virginia Pérez de la Puente
Dice Virginia: “Se llaman Thor y Loki (Thor es el pelirrojo, Loki el morenazo) y me adoptaron cuando murió mi adorado Brunito, hace poco más de un año… Y bueno, son mis dos diosecillos preciosos y nos adoramos los tres hasta límites vergonzosos, aunque al principio el trauma de una infancia bastante dura los tuviera muy asustaditos. Ahora están a punto de cumplir dos años, son un terremoto de gatos (Thor es muy efervescente y bullicioso, Loki es más sutil pero sabe perfectamente lo que quiere -generalmente eso que estoy comiendo yo, o que le tire esa pelota YA- y no admite un no por respuesta), y les gusta escribirme diálogos en nórdico antiguo en las novelas (con el trasero en el teclado, casi siempre) y ponerse delante de la pantalla del ordenador para no dejarme escribir a gusto. Ah, y un detalle curioso: siguiendo la sugerencia de Jean Larser, dejé que ellos mismos eligieran sus nombres =) Los puse delante de la estantería y dejé que escogieran un libro (tirándolo, claro) y después que escogieran una página. Y eligieron el libro que yo estaba usando para documentarme para mi novela “Hijos del Dios Tuerto”, que es de vikingos y dioses nórdicos. Y lo cierto es que los nombres no les podrían encajar mejor, no solo por físico sino también por su personalidad… Son listísimos, malditos bichos”.
Runa es la dueña de Aranzazu Serrano
Dice Arancha: “Se llama Runa, la adoptamos en un refugio; es tan nívea como los animales de mi novela y tiene una catarata en un ojo desde pequeñita, así que es tuerta ¡¡como Odín!! Le encanta que le tires los alambres de pan de molde y te los trae de vuelta como un perrito. Y tiene una paciencia infinita con mi hijo, ¡que la usa de almohada!”
Maya y Flash son los dueños de Melisa Tuya
Dice Melisa: “La más negrita es Maya, la que me acompaña cuando escribo o leo en la cama. Cuando era cachorrita la arrojaron a un cubo de basura dentro de una bolsa atada. La adopté en La asociación Gata. Flash es el trigeño: también adoptado, de una gata que recogieron preñada. Tiene 14 años y su territorio para acompañarme, cuando estoy con libros propios o ajenos, es el sofá Es un gato-perro, timidez ninguna. Y es inseparable de mi hija. Ambos tienen muy buen carácter En la cartilla pone que se llama Royal Flashman, por la saga de George McDonald Fraser El veterinario nos miró un poco raro XD”
¿Conoces más escritores de Fantasía con gato?