Esta semana he leído el libro de fantasía juvenil Hadas errantes de Adella Brac. Como lectora, el libro de Adella es de esos que si te gusta la fantasía juvenil, deberías leer.
¿De qué va? Los territorios de las hadas están regidos por leyes absurdas de hace miles de años que, sin embargo, nadie se atreve a cambiar. Una de las hadas decide poner fin a su vida en vez de acatar el mandato real y ese suicidio inicia un cúmulo de acontecimientos que cambiará las vidas de Cantharella, una marcada que busca el perdón; de Maras, un príncipe que no quiere reinar, y de su hermano Nébulas, que ve en la negación de Maras una oportunidad para reclamar el trono.
Un worldbuilding precioso en el que los personajes se mueven en un viaje de autodescubrimiento plagado de frases de esas para subrayar.
«Recuerda que cuando tomas una decisión para contentar a otros en lugar de a ti misma te estás traicionando. Y ese es el peor tipo de traición que existe».
Pero hoy te traigo al Fogón la novela de Adella Brac como escritora. Porque una de las cosas que más me gusta hacer es aprender cosas nuevas cuando leo a otros. Y Adella comentó en instagram que había utilizado el eneagrama para escribir esta novela.
¿Qué es el eneagrama?
El eneagrama es un mapa del comportamiento humano, un sistema para etiquetar las diferentes personalidades, que las resume en nueve grandes tipos de comportamiento. Nueve eneatipos.
¿Quién se ha inventado esto? Lo cierto es que el eneagrama es un enfoque psicológico muy antiguo, reinterpretado a lo largo de la Historia por la religión cristiana y la sufí, entre otras. Pero su uso contemporáneo dentro de la psicología y el desarrollo personal parte del psiquiatra chileno Claudio Naranjo, que lo utilizó como herramienta en su consulta.
Como herramienta de desarrollo personal, el eneagrama es un método de análisis individual que permite ver las raíces de los comportamientos —nuestras motivaciones— y que aporta soluciones para corregirlos.
Si extrapolamos esto al mundo de la escritura, nos damos cuenta de que el eneagrama es una herramienta genial de construcción de personajes, utilizada ampliamente en la ficción, como veremos ahora si te pica la curiosidad para seguir leyendo. Ahondar en la psicología de un personaje, te permite que este sea más creíble, que conecte mejor con el lector.
Los nueve tipos del eneagrama en la ficción
Tipo 1: “el perfeccionista”
Rectos y autoexigentes. Con un fuerte sentido del bien y del mal, los tipo 1 son hiperperfeccionistas. Compiten con los demás y consigo mismos y esa es su mayor motivación en la vida. Les gusta el reconocimiento público y, si no lo consiguen y el eneatipo se tuerce, se enfadan, pudiendo llegar a acumular resentimiento. Reprimen su ira hasta que explotan. Tienden a creer que su camino es el correcto y son muy sensibles a las críticas (tanto de otras personas como de su duro crítico interno). Muy poco flexibles.
En la ficción, hay múltiples ejemplos de este tipo. Hermione Granger, la amiga de Harry Potter, es un ejemplo.
Tipo 2: el altruista
Generoso, complaciente hasta el extremo de actuar en contra de sus propias necesidades. Le cuesta decir que no. Su autoestima se alimenta de actos altruistas. Un ejemplo muy claro de este tipo de personalidad es Sam, el hobbit de El Señor de los Anillos. Amable, abnegado, cariñoso, es el único que acompaña a Frodo hasta el final.
Tipo 3: el luchador.
Tiene como objetivo el éxito y espera ser reconocido por sus méritos. Ese afán de reconocimiento es su mayor motivación. Ambiciosos, los retos forman parte de su día a día y suelen ser competentes y con capacidad de adaptación. Si se tuercen , pueden llegar a manipular y engañar para conseguir sus metas. Son maestros en el arte de ocultar sus fracasos. Un ejemplo de este personaje en la ficción es Lando Calrissian, en Star Wars. O Meñique, en Canción de hielo y fuego. Encantadores, prácticos y exitosos, se adaptan rápidamente a los cambios.
Tipo 4: el individualista
Románticos y sensibles. Aspiran a ser originales y distintos, a desmarcarse del resto. A ser únicos. Creativos, imaginativos, se mueven por pasiones y deseos y a veces, son incapaces de controlar sus emociones. Se centran a veces en lo que les falta en esta vida o en lo que se están perdiendo, en vez de vivir el presente. Por lo que cuando el eneatipo se tuerce, se acercan al victimismo y a la autocompasión con facilidad.
En la ficción, vemos este eneatipo en Marianne Dashwood, en Sentido y sensibilidad de Jane Austen. O en Anne Shirley, de Ana, la de Tejas verdes.
Tipo 5: el investigador
Observadores y curiosos, los cinco persiguen ser reconocidos por su saber y su capacidad para encontrar soluciones. Brillantes e intelectuales, son independientes. Pero cuando el eneatipo no es saludable, tienden a aislarse de los demás y a verse por encima de ellos. Ejemplos claros en la ficción: Sherlock Holmes o Jeeves, el mayordomo eficiente de Bertie Wooster, personaje de mi adorado P.G. Wodehouse.
Tipo 6: el leal
Cantharella, la protagonista de Hadas errantes es de este eneatipo. Responsable, recta, no se deja influir por las desviaciones. Y cuando crea relaciones, las hace duraderas. Genera estabilidad y seguridad a su alrededor.
Los tipo 6 son cautelosos y planificadores. Sin embargo, si el eneatipo se malea, pueden ser personas ansiosas que se preocupan demasiado por la seguridad y que perciben de forma desproporcionada los aspectos negativos de cualquier situación.
Un ejemplo de este eneatipo no saludable es C3PO, de Star Wars. Preocupado siempre porque «estén todos condenados a la desgracia».
Tipo 7: el entusiasta.
Maras, el príncipe de Hadas errantes, pertenece a este eneatipo. Espontáneo, optimista y muy disperso, odia sentir emociones desagradables y encuentra su motivación en devorar experiencias positivas. Quiere experimentar su vida al máximo y su condición de príncipe se lo impide.
Los entusiastas son maestros en replantear situaciones adaptándolas a su forma de ver las cosas. Los no saludables usan esto como un sesgo cognitivo en una especie de huída hacia adelante, como hace por ejemplo, Peter Pan. No quiere crecer y convierte esto en su mecanismo de defensa. Lidia Bennet, de Orgullo y prejuicio, es otro ejemplo de este eneatipo: goza de la vida y le da igual a quien perjudique con ello.
Tipo 8: el líder
Nébulas, el hermano de Maras, en Hadas errantes tiene este eneatipo. Poderoso, dominante. Se guía por el deseo de mantenerse al mando. Este eneatipo, cuando consigue ser líder, son buenos jefes. Si no, ese ansia puede hacerlos resentirse y amargarse. Personalidades fuertes y agresivas, que pueden malearse hasta llegar a la megalomanía o la negación de una realidad que no se pliega a sus deseos. Les encantan las discusiones.
Tipo 9: el mediador
Su máximo deseo es la paz y la serenidad, así que son conciliadores por naturaleza. Empáticos al 100%, tienen el asombroso don de poder ver el mundo a través de los ojos de cualquier persona. Es el tipo más amable y menos controlador del eneagrama.
Un ejemplo en la ficción es Jane Bennet, de Orgullo y prejuicio. Una persona gentil, generosa, pacífica… Jane prefiere sufrir antes que hablar mal de los demás.