¿Cómo aprovechar el tiempo para que te dé tiempo de todo?

Gestión del tiempo para escritores
Con mucha diferencia, la pregunta que más me han hecho desde que empecé a dedicarme a esto de los blogs ha sido: “¿Cómo encuentras tiempo para hacer tantas cosas?”. La respuesta es muy sencilla: “Organizándome”. 
Al principio de la residencia de Anestesia, cuando los niños tenían 3 y 5 años y yo hacía 8 guardias al mes y, además tenía que estudiar muchísimo, llevar adelante la casa y dedicar tiempo a mi familia, la sensación que tenía al final del día era que no tenía tiempo para nada. Pasé una época realmente mala. Estaba tremendamente estresada y no tenía un minuto ni para respirar. Y, además, estaba de un humor de perros. Entonces, cayó en mis manos este libro: 
"Organízate con eficacia" de David Allen

Hay muchas cosas de él que no son aplicables a mi vida, pero una caló muy hondo:
No necesitas más tiempo
El autor decía que hiciéramos varias listas: una con lo que debemos hacer durante la semana, otra con lo que tenemos pendiente de hacer que no requiere una solución inmediata y otra con lo que nos gustaría hacer y que nunca tenemos tiempo. 
Las hice. Dentro de la primera lista, iba mi trabajo, la casa, los niños, estudiar…Dentro de la segunda, varias tareas de la casa que siempre se quedaban sin hacer (ya lo haré cuando tenga tiempo), la lectura de actualizaciones de mi trabajo que iban a la pila de “leer cuando tenga tiempo”…Dentro de la lista de imposibles estaban el escribir una novela, el hacer deporte, el tener tiempo para quedar con los amigos, el pasar una tarde leyendo por gusto…
Luego, David Allen nos insta a seguir una serie de pasos básicos:
  • Simplificar: ¿qué cosas de las que haces habitualmente no te aportan nada pero las haces porque debes hacerlas o consideras que los demás van a pensar mal de ti si no las haces? A partir del momento en el que retomé las riendas de mi vida, me di cuenta de que hacía muchas cosas por compromiso. Pero hay que tener el valor para decir “no” y soltar el lastre de todas aquellas cosas que no te aportan nada. “Me encantaría pero no puedo, tengo otro compromiso”. De la misma forma, la vida está llena de personas tóxicas que piensan que tú eres el que debe darles todo y que te reprochan el que no tengas tiempo para ellos. Te hacen sentir culpable, como si estuvieras en deuda. No. Quien quiere estar en tu vida, se adapta al tiempo que tienes. Así el tiempo que tienes para estar juntos, sabe más. 
  • Delegar: el dinero mejor invertido del mundo es el que gasto en una persona que me ayuda en casa. Antes se me acumulaban las montañas de ropa por lavar y planchar y el darme cuenta me causaba mucho estrés añadido. A veces, el delegar no es solo eso. A veces, no dejamos a los niños que hagan las cosas porque nosotros las hacemos más rápido. Mis hijos empezaron a tener una hoja de tareas que hacer en casa: sencillas, pero que descargaban. Y, por supuesto, si hace falta, hay que pedir ayuda sin sobrecargar. No somos perfectos. Nadie lo espera. Y si lo esperan, pueden hacerse viejos esperando.
  • Planificar todo: Y al hacerlo cumplir la ley del mínimo esfuerzo. Es decir, hay que decirse a uno mismo: “En un día malo, me daría tiempo de hacer solamente esto por la mañana”. Pues planifica así, exigiendo en cada momento lo menos posible. Que puedas llegar a cumplirlo todo sin esfuerzo.  Los domingos por la noche, yo hago dos cuadros como este.
  • Uno para las cosas de la casa (compra, comida, limpieza) y las actividades extraescolares de los niños. Otro para mi propio trabajo teniendo en cuenta el anterior, así, por ejemplo, los días que sé que no voy a tener tiempo para cocinar, tiro de platos que he congelado previamente. Y los salientes de guardia, en los que estoy demasiado tostada para hacer cualquier cosa que exija concentración, los aprovecho para hacer tareas más sencillas. En el segundo cuadro, planifico también mis momentos de descanso. Y, por supuesto, llevo una agenda para el resto del mes. Eso libera mi cabeza de tener que recordar todo lo que tengo que hacer. Nunca programo nada los fines de semana: los fines de semana son para la familia y para los amigos. 
  • Aprovechar los tiempos muertos: un viaje en avión Tenerife-Madrid, por ejemplo, son dos horas y media de tiempo útil. En vez de leerme una revista del corazón, aprovecho esos tiempos para leer cosas que tengo que leer de mi trabajo o para esbozar una charla o para redactar los posts de la semana. De la misma manera, las pausas de diez minutos que paso esperando a que mis hijos salgan de las actividades extraescolares las aprovecho para poner al día el correo o las redes sociales. 
  • Internet es tu amigo: Las semanas que más lío tengo en casa, hago la compra por internet. La ropa de los niños también la compro así. Me he ahorrado muchas tardes de lucha en los probadores. Y puedo elegirla a la hora que a mí más me conviene. Intento solucionar todo por correo electrónico en vez de usar el teléfono. Puedo escribirlos por la noche, después de acostar a los niños, cuando mi cabeza ya no es productiva y me ahorra mucho tiempo al teléfono en conversaciones intrascendentes (¡cómo se lía la gente a hablar!) a horario infantil que puedo aprovechar para estar con ellos. 
  • Terminar: No empieces una cosa sin acabar la que estás haciendo. El tener muchos frentes abiertos, hace que nuestra ansiedad aumente. Pocas cosas para cada día, pero terminadas. 

Todo esto me ha permitido meter cada dos o tres semanas en la planificación una de las cosas de la lista de pendientes: ordenar el armario de los niños, hacer el cambio de ropa de temporada, pintar esa silla que estaba fea, leer varios artículos que tenía pendientes… Y lo que es más importante, acometer la lista de cosas imposibles: hacer deporte, escribir una novela (estoy empezando la cuarta), tener tiempo para pasarlo con los amigos y pasar una tarde leyendo, si me apetece. Lo cual hace que mi nivel de estrés haya bajado y que me haya replanteado una serie de cosas que, posiblemente, antes no hubiera podido asumir.
Hace poco, una amiga se quejaba de que no tenía tiempo para nada. Y le empecé a contar lo de las listas y lo de la planificación. ¿Adivináis lo que me contestó? “Sí, estupendo, pero es que yo no tengo tiempo para hacer listas”. 

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